Volviendo al original
- Isabel O
- 15 may 2020
- 4 Min. de lectura
“¿A qué le temes?”, esa fue la pregunta que irrumpió en mi mente mientras adoraba a Dios una mañana en mi devocional habitual. Fue una pregunta impactante, pero al mismo tiempo serena, como si quien la estuviera haciendo no tuviera un espíritu ansioso, sino uno que rebosaba de paz; indiscutiblemente era esa la voz de Dios, que con bondad y astucia, había puesto sobre la mesa una conversación que me llevaría a conocer cosas de mí y de Él que me dejarían asombrada. Entre otras cosas, descubrí algo qué iba más allá de saber a qué le temía; descubrí, luego de leer la Biblia y otras fuentes, el por qué he tomado algunas malas decisiones (lo que se relaciona con el temor) y por qué en ocasiones mi comportamiento dista de aquel que conozco de Dios por medio de Jesús. En ese tiempo comprendí que los diferentes patrones de comportamiento aprendidos de mi casa y del ambiente que me rodea, han moldeado quien soy, cómo me siento, o qué situaciones o personas dejo entrar en mi vida; en otras palabras, comprendí por qué en ocasiones no termino decidiendo como Dios decidiría, ni actúo como Él lo haría y todo esto estaría relacionado con mis temores.
Dios nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1:27) y esto con el fin de que nos pareciéramos a Él, que decidiéramos como Él, que amáramos como Él y de que todo lo que saliera de nosotros fuera un reflejo de lo que sale de Él. Desafortunadamente, estamos en un mundo caído y nuestro accionar dista mucho del accionar divino, un accionar que está condicionado por lo que pensamos. El siguiente versículo explica un poco mejor este punto:
“No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta” Romanos 12: 2
Esta porción de la Biblia es clara, aquellos que no conocen a Dios viven en oscuridad y su vida no es buena ni agradable, por el contrario, es una vida llena de sinsabores y de continuo remordimiento. La única forma de conocer cuál es la vida a la que estamos llamados (una vida de esperanza) es permitiendo que el Espíritu Santo renueve nuestra manera de pensar y, de esta manera, renueve nuestro accionar porque de algo podemos estar seguros: somos lo que pensamos. El caminar cristiano consiste en volver a nuestra esencia, en recuperar nuestro ADN original, en tomar el camino de retorno a casa que, dicho en otras palabras, se traduce en volver a la esencia divina y retomar la imagen de Dios. Mientras no emprendamos este camino, seguiremos siendo necios, pues cayendo siempre en los mismos abismos; nadie puede dar de lo que no tiene, y si en tu mente solo tienes patrones mal aprendidos, con estos mismos decidirás en tu vida. Renovar la mente significa reemplazar las mentiras aprendidas por verdades reveladas; significa desaprender pésimos patrones aprendidos y aprender los patrones divinos que están en la Palabra de Dios; significa que toda estructura mental caiga al suelo como lo haría un edificio después de una explosión controlada para que, sobre terreno firme, podamos construir la estructura buena y agradable que viene de Dios.
Este no es un camino fácil y quizá tome toda nuestra vida, pero es una manera responsable de vivir. Siempre que te enfrentas a tomar una decisión puedes tomar uno de dos caminos, o decides según lo que sabes y conoces, o te aventuras a hacerlo según lo que Dios dice. Efesios 5:10 dice “Examinen lo que agrada al Señor”, y es en este pasaje donde está la clave; en términos prácticos, si te enfrentas a una discusión con una persona, tienes la opción de estallar en ira (fue lo que aprendiste) o de examinar lo que a Dios le agrada a través de las Escrituras; por ejemplo, si analizas Eclesiastés 7:9 “No te dejes llevar por el enojo que solo abriga el corazón del necio”, te darás cuenta que la voluntad de Dios es que no nos dejemos llevar por la ira porque actuaríamos como necios, y si tomas este camino, permitirás que una estructura mal aprendida caiga, y podrás construir una nueva.
Te desafío a que permitas que el Espíritu Santo renueve tu manera de pensar y de accionar, solo así podrás tener una vida de esperanza. Asegúrate de indagar lo que le agrada a Dios en determinada situación, pues no podemos decir que conocemos a Dios si no nos parecemos a Él (conocerlo a Él, es conocernos a nosotros mismos). La renovación de nuestra mente es toda una aventura, pero es maravillosa, te sorprenderás de lo que eres capaz de hacer cuando permites que Él te ayude a decidir, te librarás de muchos temores y tendrás un vida buena, agradable y perfecta, es decir, la vida que Dios quiere que tengas.
Isabel Cristina Ocampo Quiceno

Comments