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EL orgullo, un padecimiento del alma

Actualizado: 5 abr 2020

Cuando tenemos una dolencia física recurrimos al médico para que nos recete una medicina de manera que nuestro dolor mengue, a veces la medicina tiene un sabor desagradable, o tenemos que ser sometidos a una inyección que no es muy agradable tampoco. Como aprendí en el pasado, las grietas de nuestra vida muchas veces son puestas a la luz cuando hay tormentas, y si duele es porque hay un problema, pues una cicatriz no duele, sino una herida que en el peor de los casos aún sangra. Hoy quiero dedicar este post a una enfermedad del alma de la cual muchas veces no somos conscientes y es el orgullo, enfermedad cuya medicina no es precisamente muy agradable porque obliga a nustra carne adoblegarse.


El orgullo es el exceso de estimación hacia nosotros mismos y como el mal aliento, no lo percibimos en nosotros fácilmente, sino que es necesario que otra persona de alguna forma nos lo haga saber. He aprendido que aceptar que somos orgullosos es una tarea muy difícil, pero permanecer con esta condición en nuestro corazón es mucho peor porque fragmentamos relaciones y también a nosotros mismos. El orgullo nos hace mirar "desde arriba" la condición caída del otro y señala el supuesto mejor camino por el que debe andar, y esto se debe a que una persona orgullosa reemplaza el gobierno de Dios sobre el mundo por su propio gobierno. El orgulloso decide en su corazón lo que es bueno y lo que es malo y no toma en cuenta qué piensa Dios ni la otra persona, además decide el tiempo y el momento en el cual el otro caerá de su error y cuando esto no sucede según su cronograma, se frustra, siente impotencia y todo a su alrededor se derrumba, rasgos característicos de un controlador.


Si en nuestra carne algo duele, puede deberse a un padecimiento del alma y seguirá doliendo hasta que la grieta del alma no sea restaurada. Por esta razón es necesario que nuestro orgullo sea puesto a la luz ¿De qué manera?: si pierdes el control ante el error del otro, si tú mismo has decidido cómo manejar una relación y cuando no sale como esperas pierdes el control, si en lugar de rogar misericordia por el otro, si señalas frecuentemente su error, entonces puedes estar lidiando con el orgullo.


Tu orgullo es un obstáculo para que una oración sea respondida porque el orgulloso pide para sí mismo; pedir misericordia por el otro te permite verlo en igual condición que tú, con luchas, debilidades y fortalezas, tal vez ese error que la otra persona tiene no es el mismo que tú tienes, pero al igual que él, tú también necesitas misericordia en otras áreas de tu vida. Pedir misericordia es un antídoto para el orgullo.


Te invito a que si algo duele, pongas atención, quizá estas lidiando con el orgullo y no te has percatado. Lo mejor que te puede pasar es lo que me pasó a mi, cuando estando metida en una cueva (lugar de penumbra sin saber qué me pasaba), el Señor me encontró y me hizo saber la realidad de mi corazón.


Isabel Cristina Ocampo Quiceno

instagram @loque.aprendi




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