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Un llamado desafiante para tiempos de crisis


Últimamente veo muchas publicaciones que intentan dar respuesta al enigma del por qué Dios permitió lo que está sucediendo, unos dicen que se debe a que estamos en tiempos finales, otros dicen que es un castigo de Dios por los pecados de la humanidad, o incluso hay algunos que esperan con ansias el sonido final de la trompeta anunciando la segunda venida de Cristo. He notado que ahora las personas tienen atentos sus oídos a cualquier fuente que traiga una respuesta, y aunque no soy una experta, deseo a través de este escrito dar un punto de vista sobre esta cuestión. Creo que las razones del acontecer actual distan de ser apocalípticas, en cambio, son más simples de las que podríamos encontrar en el último libro de nuestras Biblias o en Mateo 24 (capítulo donde se habla de las señales del fin de los tiempos).


Hemos tenido que abandonar la vida que antes llevábamos. Cerraron los templos (sí, los templos, la iglesia sigue abierta), los bares, las discotecas, los museos, los cafés, las universidades y la planta física de las empresas (para la mayoría). Cada día las medidas se recrudecen y estamos más acorralados y “obligados” a permanecer en casa; los días son más largos, y ahora que estamos más tiempo en casa, ya no tenemos una lista de tareas precisas y lugares por visitar porque estamos limitados. Bajo este panorama encontré una razón de origen divino para el confinamiento y es la siguiente: si, quizás, la humanidad nunca fuese acorralada de esta manera, nunca podría volver su mirada a Dios; con esto no me refiero a que Dios esté queriendo llamar nuestra atención para evitar un castigo, no, me refiero a que Dios está llamando nuestra atención y nuestro corazón a la intimidad con Él; esto no solo porque abrir su corazón con nosotros resulta un deleite para Él, sino también porque somos hechura suya (Efesios 2:10) y porque fue un soplo suyo lo que nos dio vida.

Hemos creído que, dejando a Dios de lado, suprimimos la necesidad de buscarlo en todo tiempo, y desconocemos que cuando le damos la espalda, realmente estamos renunciado a la única fuente de vida que tenemos. ¿Por qué sucede lo que sucede? La siguiente frase del teólogo Jonathan Edwards podría ayudar a dar una respuesta “Cuando Dios está a punto de hacer algo nuevo y poderoso, siempre hace que su pueblo ore”, y me atrevo a responder en principio con esta frase porque estoy convencida de que este tiempo, lejos de tomar un tinte tenebroso (teniendo en cuenta que algo apocalíptico para la mayoría se traduce en miedo), debería tomar uno lleno de esperanza; es esta una oportunidad de oro para forjar algo nuevo en nuestro mundo. No obstante, y como requisito para que eso suceda, Dios nos está llamando a la intimidad, ¿Cómo queremos un mundo diferente si nuestro corazón sigue igual? ¿cómo queremos ver un cambio en los demás si primero no hay un cambio en nosotros? Nuestra vida corría tan apresuradamente que no nos deteníamos a meditar en lo que Dios pensaba respecto de lo que hacíamos. En aquellos tiempos de zozobra, la oración no era para muchos de nosotros la única y primera llave, sino más bien la última, y aun así esperábamos que el mundo siguiera igual.


Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes ¡más altos que los cielos sobre la tierra! (Isaías 55:6-9)



Este pasaje resume la voluntad de Dios para este tiempo. Él anhela que lo busquemos y promete que, si lo hacemos, lo vamos a encontrar, y encontrarnos con Él será encontrarnos con nuestras raíces, con nuestra esencia. En intimidad nuestro corazón será transformado, y seremos sorprendidos con Sus proezas ¡Qué maravilloso saber que Dios tiene preparado para nosotros cosas nuevas cuando lo buscamos y develamos en intimidad nuestro corazón delante de Él!


Este es un tiempo de volver a lo simple, no es necesario esperar a escuchar las trompetas para buscar a Dios. Este tiempo es una oportunidad de oro para que nuestras vidas y las de nuestras familias sean cambiadas; ¿aún no sabes cómo acercarte a Él? Es muy sencillo, nos han enseñado que debe ser en un lugar o en un tiempo específico y precisamente las circunstancias actuales nos están demostrando que no es verdad tal cosa, tu espacio para buscarlo puede ser cualquiera; a Él no le importa el sitio donde lo busques, sino que tu corazón esté abierto a Él. Búscalo mientras pueda ser hallado, derrama tu corazón con todas tus fuerzas delante de Él, que Dios se convierta en el tesoro más importante de tu vida, añora un cambio desde lo más profundo de tu ser y permite que Él con Su poder soberano cambie la realidad de tu alma, solo así podrás ser un agente de cambio; porque aquellos que se atreven a ir a la intimidad con Dios, reciben regalos maravillosos para compartir con los demás. El problema real de nuestro mundo es la ausencia de Dios en el corazón de muchos, ¿podrías imaginar el impacto de tu vida en los demás en estos tiempos de crisis, cuando Dios se convierte en el tesoro más importante de tu vida?


Isabel Cristina Ocampo Quiceno




 
 
 

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