La forma como nos relacionamos con Dios determina nuestras acciones y aquello que esperamos de Él. Desde pequeños nos formamos una idea de Dios, y en lo personal, la mía era la de un Dios que estaba esperando el momento donde yo fallara para recordarme mi pecado y que se desilusiona de mi porque tiene altas expectativas de mi comportamiento. Esta idea ha traído mucha tristeza a mi vida porque no me permite ser vulnerable; esto ha propiciado un perfeccionismo en todo lo que hago, siendo muy difícil para mí lidiar con la frustración.
Qué hermoso fue encontrarme con una verdad: ese Dios que tenía en mi cabeza no es el Dios de la Biblia, es el Dios que enseña la sociedad. Ha sido toda una aventura poder encontrar día a día a un Dios que me ama como soy y que por gracia me salvó. Ideas erradas de Dios hemos tenido todos, y la Biblia en el libro de Oseas, afirma que hay básicamente dos maneras como vemos a Dios:
“En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me llamarás Baali” Oseas 2:16
Cuando leí este pasaje me sorprendió esta frase “nunca más me llamarás”; a través de ella, comprendí que había algo de Dios que aun no conocía, y que el desconocerlo, me había impedido relacionarme con Él de mejor manera. Te invito a que podamos descubrir las diferencias entre estas dos formas, para que al final, tú mismo determines cómo te has relacionado con Dios.
Baali: Temor
Baali es una expresión de señor, amo o patrón. La relación con Baali se basa en el temor a fallarle a un dios exigente, el cual está dispuesto a castigar cuando sus criaturas no son perfectas o, en otras palabras, cuando no dan la talla.
La base de la relación con Dios por parte del pueblo de Israel era el temor al castigo, tenían la idea de un dios exigente que estaba esperando el momento justo cuando ellos le fallaran, para ajusticiarlos. Evidentemente no había confianza, porque no se puede confiar en un dios que está presto al castigo, y quizá esta fue la razón por la cual les costó trabajo avanzar hacia la tierra prometida. Ver a Dios como un Baali deja a sus criaturas en desventaja, porque es difícil poner una vida en manos de un Dios cuyo objetivo principal es el castigo a causa de sus exigencias.
La historia de Israel tiene mucho que ver con nosotros, porque nos enseñaron que Dios es un Baali, un Dios que tiene una lista de exigencias para nosotros y que espera que tengamos un “buen comportamiento” para aprobarnos, y es por esta razón que decimos “yo soy bueno y voy al cielo por mis buenas obras”. Hay un extremo orgullo en esa frase, porque creer que vamos al cielo por nuestras buenas obras pone los estándares de un Dios tres veces Santo al mismo nivel de los nuestros, y la verdad es que para nosotros es realmente imposible cumplir a cabalidad los estándares morales de Dios. El orgulloso piensa que puede y por eso “intenta ser mejor y hacer buenas cosas”, lo cierto es que nunca lo va a lograr porque su humanidad lo traicionará tarde o temprano. Este mismo orgullo nos lleva a relacionarnos con un dios exigente que espera de nosotros un buen comportamiento llenando las exigencias de su ley; este dios no es un amigo, no es un padre y menos un amado, este dios es un señor, un patrón, un jefe. La necesidad de llenar las expectativas morales de Dios con nuestras fuerzas nos impide mostrarnos como realmente somos ante Él; nos lleva a esconder las emociones y a tener una relación donde nos es imposible expresar cabalmente cómo nos sentimos por el temor a que, a causa de nuestra sinceridad, Él se enoje y termine, no solo por ignorarnos, sino también por no darnos aquello que anhela nuestro corazón. Cuando vemos a Dios como un Baali, nuestras oraciones son huecas, no son sinceras, no somos capaces de expresar nuestros sentimientos más profundos por el temor, lo cual es absurdo, porque según lo expresado por el Salmo 139: 1-2 “Señor, tú me has examinado y me conoces; tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso”, Dios conoce los pensamientos más profundos de nuestra mente y los anhelos que están más arraigados en nuestro corazón.
Cuando nos relacionamos con Dios como un Baali nos cuesta pedir, porque nos enseñaron que a Dios “no se le pide, solo se le agradece porque Él ya ha hecho suficiente por nosotros”, pero esto también hace parte de la forma como nos relacionamos con Dios como un Baali, ya que la Biblia dice “Pide y se os dará” (Mateo 7:7). Además, Santiago 4:3 afirma “Ustedes piden y no reciben porque piden mal, porque piden para sus propios deleites”, aquí Santiago indica que aquello que está mal, no es el hecho de pedir, sino de hacerlo de forma egoísta. Te pregunto ¿si te consideras un hijo de Dios y no le pides a Él, entonces a quién le pides? Si como hijos de Él no tenemos la opción de pedirle, la verdad hemos perdido las esperanzas.
Después de leer estas palabras te habrás dado cuenta de que quizá tu relación con Dios no ha sido muy sincera y que definitivamente necesita ser remodelada. Pero entonces ¿Qué opción tenemos?
Ishi: Amor
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hacen parte de un todo, la historia de amor más grande del universo, pero la mayor diferencia entre ambos es Jesús crucificado y resucitado. La Biblia declara que “Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10) y esto tiene mucho que ver con la relación basada en la exigencia y el temor de la que hablamos en párrafos anteriores, porque es precisamente la presencia constante del pecado en nuestras vidas, lo que nos conduce a una relación incorrecta basada en el temor al castigo.
El siguiente versículo resume lo que intento decir:
“Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo” 1 Corintios 5:21
En Jesucristo Dios satisfizo su necesidad de santidad, sus exigencias solamente podrían ser cubiertas por un hombre que nunca pecó, y por lo tanto Cristo permite que nuestra relación con Dios no sea basada en el cumplimiento de una serie de exigencias sino en la gracia, ya que es la gracia –y no nuestros propios esfuerzos– la que nos permite vivir como a Dios le agrada. La gracia se define como aquello que se recibe gratuitamente, aquello por lo cual no debimos trabajar, aquello que nos es otorgado por el sacrificio perfecto de Jesús. Y es esta gracia la que nos lleva a nacer de nuevo. ¿Qué tiene que ver la gracia con el hecho de tener una relación correcta con Dios? ¡Muchísimo!, porque será solamente por gracia que estaremos en una relación correcta con Él.
A partir de ese momento, Dios no quiere que nos relacionemos con Él como Baali (señor, patrón, jefe exigente) sino como Ishi, que significa “esposo”. ¿Por qué razón Dios quiere relacionarse con nosotros como esposo?, ¿por qué no escogió otra figura para hacernos entender de qué manera quería relacionarse con nosotros?, porque no hay en el mundo una relación de mayor intimidad que ésta, una relación más cercana, de más camaradería y complicidad; además, porque es una relación que no se basa en el temor, sino en el amor. A partir de lo anterior comprendemos que Dios quiere dos cosas de nosotros: que nos relacionemos con Él por amor y que ese amor nos lleve a un nivel profundo de intimidad. Cuando comprendes que no puedes hacer lo suficiente para llegar a los altos estándares de Dios en tu propia humanidad, y que necesitas de la gracia Divina para relacionarte con Él, vives más ligero porque no debes gastar tu vida intentando “llegar a un nivel” o “intentando ser mejor” por temor; de esta manera, tu relación con Él es más sincera porque puedes expresarle abiertamente lo que sientes, lo que piensas, y sabes que no se enojará, porque Él mismo reconoce que nunca jamás podrás satisfacer ni su necesidad de santidad ni sus altos estándares morales, solamente el sacrificio de Cristo podría lograr tal cosa.
La Biblia dice “Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos” (Santiago 1:17), esto quiere decir que cualquier cosa que venga de ti, cualquier buen comportamiento, la transformación de tu carácter o cualquier bendición, vienen de Él a través de Jesucristo. “El verdadero amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18) y esto sugiere que es el verdadero amor de Dios a través de Jesús el que nos permite relacionarnos sin temor al castigo porque sabemos que Cristo ya hizo el esfuerzo que nosotros no pudimos hacer.
Después de lo anterior no quiero sugerir que Dios no demanda de nosotros una vida de ejemplo, lo que sugiero es que es imposible que nuestro propio esfuerzo nos lleve a tener una vida que agrade a Dios, y que nuestra motivación no debe ser el temor al castigo, sino el amor a Dios, el cual viene porque “Él nos amó primero” (1 Juan 4:19) y “Nos amó al haber enviado a Jesús a morir por nosotros” (Juan 3:16). Sería muy triste que en tu relación matrimonial dieras un regalo por compromiso, o para que la otra persona no se enoje, siendo en este último caso el miedo tu movilizador; cuán hermoso es cuando tu cónyuge te sorprende en tu cumpleaños y lo hace porque te ama, y no por el temor a que si no lo hace, tú te enojes. Lo mismo pasa con Dios, Él no quiere que su relación contigo sea motivada por el miedo, sino que fluyas en amor hacia Él; que si vas al templo, lo hagas porque lo amas y amas su casa, y no porque Él o el pastor quizás se enojen; Dios quiere que le sirvas a través de tu amor hacia Él y hacia todos los demás, y no por el temor a perder tu ministerio o una oportunidad de escalar más en tu llamado; Él quiere que por gracia guardes sus mandamientos, y no precisamente por el temor a las consecuencias, y que tu obediencia sea una respuesta a su amor y no al miedo.
Para terminar, quiero decirte algo que una vez sentí en mi corazón de parte de Dios: nada que involucre la gracia de Dios puede provenir del esfuerzo propio, si fuese así, no sería el resultado de la bondad de Dios. Debes ser consciente que cualquier bendición que tengas en tu vida es una manifestación de la gracia de Dios, no de tu comportamiento ni de tus buenas obras, cualquier bendición es una manifestación del poder y la gracia de Cristo; cuando ésta llega a tu vida, tú debes saber que no fue por algo que tú hiciste, sino por la gracia de Dios en ti.
Creer que cualquier bendición en tu vida se te niega porque algo le falta a tu comportamiento, es orgullo, porque es considerar que puedes hacer algo para pagar lo que solo por Gracia puedes tener. Pensar que lo puedes tener solo cuando cumplas las "exigencias", es pensar que lo tienes porque lo mereces ¿Dónde está el milagro de la gracia si tienes algo porque lo mereces? ¿Para qué la fe? ¡No es cuestión de comportamiento, es cuestión de gracia!
¿Qué tal si te aventuras a preguntarte cómo está tu relación con Dios y te atreves a ir más profundo?
Isabel Cristina Ocampo Quiceno

Gracias por compartir este hermoso devocional
Gracia y amor la que nos levantó y redimió.
Ishí
Bendiciones de lo Alto. Dios continúe renovando tu entendimiento, para seguir deleitándonos en leer y entender de una forma tan clara y sencilla como lo explicas. Fue de mucha edificación encontrarme o más bien que Dios permitiera abrir esta maravillosa enseñanza.
Gracias, me sentía tan frustrada en mi relación con Papá.
Que por Gracias me permita disfrutar cada anhelo de mi corazo de estar a solas con El